Una interpretación de las VI Jornadas de SEACAM, 20 y 21 de mayo de 2023, en Albaladejito, Cuenca

José Luis Yela

Basado en las notas de mi cuaderno de campo

(Las fotos son tanto propias como del grupo)

20-5-2023. La mañana estuvo bastante soleada, aunque la tarde se fue nublando poco a poco. Al anochecer amenazaba tormenta. Después de tantos meses de sequía anómala, el tiempo se ajustaba mejor a lo que es esperable en esta época del año. Por la mañana comienzan las VI Jornadas de SEACAM en el CIAF de Albaladejito. Tras la presentación, me toca abrir la sesión de charlas (“Entre dos aguas: ¿cantidad o calidad en la información faunística?”). Como siempre, a posteriori me doy cuenta de que el título no era muy acertado, pero puede pasar para una charla que es una primera aproximación a un problema complejo: 

 


 

Pongo aquí el texto:

Entre dos aguas: ¿calidad o cantidad en la información faunística?  

(¿Recolectamos o fotografiamos? ¿Divulgamos o vulgarizamos? ¿Hacemos ciencia o paraciencia? ¿Todo vale siempre, o según y cómo?)

José Luis Yela

VI Jornadas Entomológicas de Castilla-La Mancha, 20 y 21 de mayo de 2023.  Centro de Investigación Agroforestal de Albaladejito, Cuenca

Como profesor, una de mis tareas principales es provocar retos para estimular el pensamiento crítico en las audiencias. No es que trate de que nos saltemos la valla, si en ella se lee que está prohibido; se trata de que nos encaramemos a ella, para intentar atisbar lo que hay detrás. Por eso, lo primero que hago nada más entrar en el aula el primer día es preguntarles a los alumnos de primer curso: ¿Para qué estamos aquí? Así que, ¿para qué estamos asistiendo a estas Jornadas? Todos estaréis pensando que para hablar de insectos, para compartir conocimientos, para conocer a otros entusiastas de la entomología, para pasar un rato agradable… Por supuesto que estamos aquí para eso. Pero si somos una sociedad entomológica, y por tanto científica, es decir, si decimos que hacemos ciencia, ya sea de una manera o de otra, en realidad la razón más importante por la que estamos aquí es para practicar la acción de pensar. Y no de cualquier forma, sino de acuerdo con la dinámica del pensamiento científico. ¿Y qué es este? Aquel que se ajusta a la ruina hipotético-deductiva. Por abreviar, existen dos formas generales de explicarnos los hechos que observamos. La más sencilla es la inductiva. Consiste en llevar a cabo observaciones que nos plantean preguntas, a las que damos una respuesta inmediata basada en nuestras propias observaciones anteriores, en observaciones de otros, en creencias o en intuiciones. Esto forma el núcleo del pensamiento común, que practicamos todos constantemente. El científico -auténtico, independiente, no el que pretende serlo o el que trabaja a sueldo para que alcance las conclusiones a las que le interesa a la empresa contratante que llegue, que los hay y no pocos-, sin embargo, da un paso más, y considera esas respuestas inmediatas como hipótesis (supuestos). Es decir, aplica el escepticismo, y trata de comprobar si esas respuestas inmediatas son ciertas o no. Para ello procede al contraste de hipótesis: diseña un protocolo experimental o basado en observaciones repetidas, procede a la toma y tabulación de los datos y los somete a comparación, generalmente estadística (o análisis). Una vez analizados los datos, procede a la interpretación (o discusión) de los resultados, en función del cuerpo de conocimientos previos que existen sobre la cuestión, usando para ello el juicio crítico. Una interpretación científica, por tanto, no deja de ser una opinión -no es un hecho-, si bien es una opinión fundamentada sobre una hipótesis contrastada. La interpretación de los resultados da lugar a respuestas provisionales, que pueden confirmar la hipótesis de partida -en cuyo caso ésta se considera transitoriamente cierta o demostrada- o puede refutarla, en cuyo caso hay que replantearla y volver a repetir el proceso analítico. Cuando una hipótesis ha sido sometida a contraste numerosas veces y no se ha podido refutar, adquiere el rango de teoría. El conjunto de teorías que componen el pensamiento predominante de una época dada constituye un paradigma científico. Es deber de los científicos contribuir a hacer comprensibles los paradigmas -basados en pruebas demostradas- al conjunto del tejido social.

Resumiendo: podríamos definir ciencia como el arte de la demostración repetible, o como el arte de la comprobación sistemática para comprender racionalmente, o como el arte de dar cuenta racional de la realidad comprobable y, por tanto, medible. Todo lo que no es medible y contrastable escapa al ámbito de la ciencia, y se introduce en el de la filosofía.

Una pregunta inmediata es si no es ciencia todo aquel proceso de acercamiento a la realidad que no se ajusta estricta o explícitamente a la dinámica hipotético-deductiva. Y la respuesta es que puede serlo. Por ejemplo, aquellos procesos analíticos exploratorios o heurísticos, como los métodos bayesianos -probabilísticos a posteriori- para la reconstrucción de hipótesis filogenéticas; o como los análisis multivariantes -o de agrupamiento de información según rasgos comunes, como el análisis factorial-. En el fondo, todos ellos parten de una idea hipotética previa, y el resultado analítico -estadístico- se puede aproximar o no a ella.

Otra cuestión interesante sobre la que reflexionar plantea qué procesos fundamentales subyacen a la dinámica hipotético-deductiva, es decir, a la dinámica científica. En primer lugar, la observación de un fenómeno natural, que ha de ser minuciosa -detallada-, rigurosa ajustada a lo medible- y sistemática; una sola observación no permite contestar una pregunta de una forma satisfactoria. Es precisamente la observación la que permite la formulación de hipótesis, en tanto que suposiciones fundamentadas a través de la lógica formal. En segundo lugar, la comparación del fenómeno observado con su contrario -hipótesis nula-, que suele ser aquella generada por mero azar, de manera que si tras el análisis estadístico resulta que nuestra hipótesis difiere significativamente de la hipótesis nula, habremos encontrado la causa de dicha divergencia. La comparación rigurosa conduce, pues, al contraste de la hipótesis -a través de la estadística, que es el lenguaje matemático universal de los fenómenos naturales-. En tercer lugar, la interpretación de los resultados del análisis, que explican, a través del pensamiento crítico, por qué se ha confirmado o rechazado la hipótesis de partida. Estos tres procesos conforman el núcleo operativo del pensamiento científico, si bien el proceso de la diseminación del conocimiento científico incluye otro paso fundamental, que es el de lo que podríamos llamar “control de calidad”, o revisión por pares. Antes de que un texto científico se publique, el comité editorial de la revista donde haya sido enviado lo reenvía a su vez a dos o tres científicos expertos en el área de trabajo, para que actúen de árbitros. Las caracterísitcas que debe poseer un árbitro son la competencia en el tema, la imparcialidad y, a ser posible, el ánimo constructivo. Este proceso limita la posibilidad de que se publique información irrelevante o fraudulenta, aunque como se sabe no puede impedirlo del todo. Pero la verificación de la calidad del texto o revisión por pares es esencial en la rutina científica.

Como es natural, existen procesos alternativos de gestión del pensamiento. En concreto, me voy a referir a dos: el que comparte sus fases iniciales con el procedimiento científico, y el que pretende hacerlo. Al primero puede llamársele comportamiento paracientífico, emulando a Daniel Janzen (quien acuñó el vocablo “parataxónomo” para los técnicos en identificación, que no poseen necesariamente formación científica; de igual manera, las “parafarmacias” no son exactamente farmacias); el segundo es el célebre proceder pseudocientífico. Me parece importante dedicar algo de atención tanto a la paraciencia como a la pseudociencia, por el interés que tiene hoy día delimitarlos bien para evitar contribuir al marasmo de imprecisión léxica y, sobre todo, conceptual.

La dinámica paracientífica comparte sus fases iniciales con la científica. El paracientífico observa un fenómeno natural, normalmente de manera minuciosa, rigurosa y sistemática, y lo interpreta (es decir, imagina una hipótesis lógica). En ocasiones, incluso la compara con otras observaciones, pero no siempre; en todo caso, no produce un contraste de hipótesis analítico, y su gestión del proceso de acercamiento a la realidad carece de verificación por pares (o éste es deficiente). De esta manera, se podría definir paraciencia como el proceso inductivo de pensamiento formalmente lógico pero no deductivo, generado sin asumir la naturaleza de la ciencia positiva actual. Carece de contraste y verificación, o el contraste es pobre. La cuestión importante es cuál es el papel que desempeña la paraciencia en la generación de conocimiento, y si la paraciencia es válida o no. En mi opinión, es fundamental, en tanto que conduce al registro metódico de datos, siempre que éstos sean validables o contrastables (a través de elementos o muestras comprobables), y en tanto que se reconozca como tal, y no pretenda ser lo que no es. La importancia de la actividad paracientífica queda en evidencia constatando el hecho de que todos los científicos nos entregamos a la paraciencia en algún momento u otro. En realidad, la mayor parte de la paraciencia esta producida hoy día por aficionados o ciudadanos comunes; debería denominarse, pues, colaboración con la ciencia (y no “ciencia ciudadana”, como se ha popularizado de manera simplista; https://joseluisyela.wordpress.com/2021/11/28/paraciencia-y-parataxonomia/).

La pseudociencia, por el contrario, fundamenta sus conclusiones en observaciones no sistemáticas (a veces, incluso, únicas), de manera que éstas están basadas en la interpretación intuitiva de creencias o pareceres, que la mayor parte de las veces no se ajustan a una secuencia estrictamente lógica. Por lo tanto, la pseudociencia puede definirse como conjunto de ideas concebidas a través de procesos mentales inductivos, no formalmente lógicos ni científicos -aunque lo pretendan-, ni siempre empíricos, que desconoce los fundamentos del pensamiento científico -antes nombrados- y que carece por completo de verificación o contraste riguroso. Muchas veces, los pseudocientíficos confunden la ciencia, como proceso racional operativo de acotamiento de incertidumbre, con la actitud o posición de los científicos, lo cual no es sino una demostración más de su desconocimiento de la naturaleza de la ciencia. Sobre los distintos significados de la palabra, puede consultarse https://joseluisyela.wordpress.com/2014/01/08/ciencia-2/.

Dicho esto, conviene también dedicar alguna atención a definir tres ideas centrales de toda la ciencia biológica, que a su vez representan tres pilares básicos que todo entomófilo debe tener presentes, aun de forma elemental: evolución, población y estadística.

La evolución por selección natural, tal como fue concebida por Charles Darwin, ampliada por la escuela sintética o neodarwinista y remodelada por la biología del desarrollo, la epigenética y la teoría del nicho, representa el mecanismo fundamental de cambio en los organismos vivientes, de manera que no es exagerado afirmar, como hizo Theodosius Dobzhansky, que “nada tiene sentido en biología si no es desde la óptica de la evolución”. La cuestión es relevante por cuanto que, a la luz de la evolución, la taxonomía deja de ser una mera técnica de identificación y clasificación y se convierte en una ciencia que explora el trasfondo biológico que se esconde tras los nombres que tradicionalmente se han dado a los diferentes taxones. En cierto modo, la taxonomía evolutiva no es otra cosa que la parte de la sistemática que considera la dinámica evolutiva de los nodos filogenéticos más cercanos, es decir, los procesos microevolutivos responsables de la riqueza genérica, específica e infraespecífica. Identificar especímenes, por tanto, no es solo otorgarles un nombre; es tratar de comprender qué significa ese nombre en el contexto de los procesos microevolutivos que está experimentando el linaje que lo representa. O dicho de otra forma, y generalizando, identificar significa indagar en la naturaleza de los fenómenos biológicos subyacentes a las especies nominales (o nombres otorgados a lo que tradicionalmente se han considerado especies). Desde esta perspectiva, identificar está fuera del alcance de cualquier personal no entrenado en los principios de la biología contemporánea.

Los organismos no se distribuyen naturalmente de forma homogénea en el medio, sino que forman agregados locales más o menos discretos de individuos, llamados poblaciones. Las distintas poblaciones están más o menos interconectadas entre si por individuos migrantes. A mayor flujo de individuos entre poblaciones, en virtud de una menor existencia de barreras entre ellas (y, por tanto, de mayor conectividad), menor diferenciación genética entre los individuos de dichas poblaciones, y al contrario.  Cuando estudiamos las propiedades biológicas de una población, no es factible estudiar cada individuo por separado; por tanto, elegimos al azar un subconjunto de individuos de la población total, los estudiamos e inferimos las propiedades de la población de las de los individuos estudiados. A este subconjunto se le llama muestra. Una muestra es tal, estadísticamente hablando, cuando sus propiedades son las mismas que las de la población; si no, no es una muestra, es un simple subconjunto.

De lo anterior se entiende fácilmente que la estadística representa el lenguaje indispensable para estudiar las propiedades biológicas de las poblaciones de organismos. En realidad, la estadística es el lenguaje universal de la ciencia, como “disciplina [científica] que estudia la variabilidad, recolección, organización, análisis, interpretación y presentación de los datos, así como el proceso aleatorio que los genera siguiendo las leyes de la probabilidad”

(https://es.wikipedia.org/wiki/Estad%C3%ADstica). Puede entenderse fácilmente hasta qué punto es clave con relación a la Zoología a través de esta frase: “Todos los problemas zoológicos, sin excepción, han de ser referidos a poblaciones. Su estudio válido implica inferencias de las muestras a las poblaciones. Estas inferencias son, por definición, estadísticas. Los zoólogos profesionales no pueden considerarse ya competentes si no tienen al menos unas nociones elementales de este aspecto de la metodología zoológica” (George G. Simpson, A. Roe & Richard C. Lewontin, 1960, Quantitative Zoology).

¿Cuál es la razón de esta larga introducción de corte epistemológico? Por un lado, intento que sirva de reflexión general sobre cuestiones fundamentales sobre las que pasamos de largo muchas veces, pero que es crucial tener el cuenta. Por otro, para justificar una experiencia personal de tipo entomológico en la que estoy atrapado de lleno, y a la que trato de buscar salida. No soy el único que la padece, ni mucho menos.

Durante los últimos años, he participado o dirigido algunos proyectos de investigación destinados a poner a punto una plataforma digital de gestión de información entomofaunística, llamada GeoBrink (http://geobrink.uclm.es/Geobrink/). Esta plataforma alberga varias bases de datos masivas, entre ellas FAUNOCIB, que es la base de datos que recopila la información faunística de lepidópteros noctuoideos cuadrífidos del área iberobalear. En el marco del último proyecto (IBERARTRO, JCCM: SBPLY/17/180501/000492) he trabajado intensamente en la elaboración del Atlas de distribución de los noctuoideos cuadrífidos de dicho área, tarea que no está concluida todavía. La experiencia, a la que he dedicado ya unos ocho años, se ha convertido en algo parecido a una tortura. FAUNOCIB, y en particular el Atlas, se basa en la transcripción de la información faunística contenida en aproximadamente 2.000 obras, entre libros, artículos y notas de todo tipo. En total, se han compilado casi 400.000 registros de 848 especies nominales. La cuestión crítica que ha ido poniéndose en evidencia con mayor insistencia a medida que avanzaba el proyecto es hasta qué punto los registros son fiables o no. La tarea de validación de las citas, a través del contacto directo con los autores, del examen directo de ejemplares o en algunos casos de la comprobacón por fotos, ha reducido la base de datos FAUNOCIB hasta los aproximadamente 250.000 registros validados de que consta en este momento. Son demasiados los registros erróneos y, sobre todo, las dudas sobre la identificación de los individuos a los que ha habido que prestar atención. En definitiva: tenemos un problema serio, y algo importante está fallando en todo este proceso. Algunos ejemplos de citas erróneas o dudosas que dificultan el manejo de la información faunística son producidas por:

1.       Desconocimiento (escaso rigor por parte de los autores). Un ejemplo: Euxoa nevadensis Corti, 1928 es un endemismo criooromediterráneo nevadense, inconfundible a pesar de su variación intraespecífica. Recientemente, sin embargo, ha sido citada de Valencia, Palencia y Marruecos. En función del examen de las citas a través de los autores o de terceros, se han podido reidentificar los individuos como adscribibles a Euxoa powelli (Oberthür, 1912), E. cos (Hübner, [1824]) y E. canariensis Rebel, 1902. 

En casos como éste, ¿de quién es el problema? ¿Solo de autores demasiado audaces? ¿O también de editores poco rigurosos y de evaluadores poco idóneos? ¿De todos?

 

https://www.facebook.com/photo/?fbid=10160354434185609&set=gm.1152545936143869&i dorvanity=750799379651862

2. Especies polimorfas: Pueden dar lugar a identificaciones erróneas. Un caso muy evidente es el de las formas de Apamea anceps ([Denis & Schiffermüller], 1775), en concreto las denominadas f. siegeli Berio y f. mazeli Lutran, totalmente distintas de la forma nominal:

 

 ¿Son correctos todos los registros de esta especie ampliamente distribuida y común? ¿Sobran algunos en el mapa correspondiente, por haber sido asignados a otras especies? ¿Cuántos faltan? 

3. Especies supuestamente parecidas, mal conocidas por la mayor parte de los aficionados a la noctuidología: también son causa frecuente de identificaciones erróneas. Un caso común es el de la confusión de Denticucullus mabillei (D. Lucas, 1907) (derecha) por Denticucullus pygmina (Haworth, 1809) (izquierda): 

 

 

 https://www.facebook.com/photo/?fbid=10160409296955609&set=gm.1169649307766865&i dorvanity=750799379651862

 

 

¿Todos los registros de esta especie meridional son correctos?  ¿Cuáles sobran? ¿Cuántos faltan?

 

4. “Especies” (semiespecies, UESs…) crípticas: dan lugar a identificaciones dudosas y registros igualmente dudosos. En un caso como el de Diachrysia chrysitis (Linnaeus, 1758) y Diachrysia stenochrysis (Warren, 1913), que son con toda probabilidad dos unidades evolutivas en proceso de segregación, y que son indistinguibles la mayoría de las veces, se hace virtualmente imposible adscribir los registros a una forma o a la otra.

 

5.  Especies crípticas: dan lugar a identificaciones dudosas. En el caso de especies bien definidas genital y genéticamente, como pueden ser Mesapamea secalis (Linnaeus, 1758) y Mesapamea secalella Remm, 1983, pero que son externamente idénticas dentro de su variación, se hace virtualmente imposible adscribir los registros a una forma o a la otra.

 

6. Ausencia de material que examinar, en ocasiones en las que solo se dispone de fotos, que en infinidad de situaciones se refieren a individuos atípicos o defectuosos o recolectados en localidades “imposibles”.

  


En este caso no hay solución. Ha de recordarse que la toma de muestras para su contraste posterior es consustancial a la ciencia.

1.       Datos no confirmados. Un ejemplo: Coranarta restricta Yela, 2002 no ha vuelto a ser registrada fehacientemente desde 2000, lo que hace pensar que, dado su carácter relicto, haya podido extinguirse, puesto que desde hace años se busca intensamente en todos los lugares en que fue encontrada, sin resultado positivo. Sin embargo, se extiende el rumor de que ha sido encontrada por unos conocidos entomólogos finlandeses, lo cual se trata de esgrimir como prueba de que no se ha extinguido. Pero no se ha publicado la cita, no se conocen fotos ni los autores quieren revelar la localidad concreta.

¿Se pueden tener en cuenta informaciones como ésta en cuenta?

Por otro lado, también existen numerosos ejemplos de resolución de los problemas taxonómicos planteados por citas dudosas. Hay especies que en principio son “impropias” de lugares concretos, como por ejemplo Anorthoa munda ([Denis & Schiffermüller], 1775) en Cáceres. Gracias a la colaboración del autor, Ángel Blázquez, se ha podido verificar. Y en efecto, era una cita cierta. Es importante resaltar que, en este sentido, la respuesta de [la mayor parte de] los aficionados a la entomología ha sido masiva, lo que ha supuesto un trabajo de validación ímprobo.

El siguiente paso consiste en preguntarse de dónde vienen los problemas. Para ello, es oportuno realizar un bosquejo histórico de la noctuidología en la península ibérica: 

 


 

Se pueden reconocer sin mucha dificultad varios hitos importantes, pero uno sobresaliente por el avance que supuso en el conocimiento de los noctuidos ibéricos y el papel de estimulador clave de estudios alfataxonómicos y faunísticos en el ára ibérica: el libro Noctuidos españoles, de J. A. Calle (1983). Además, se puede reconocer fácilmente otro momento clave, coincidente con la generalización del uso de plataformas y foros digitales a las que los aficionados pueden subir fotos (2010). Ambos momentos están simbolizados en la figura anterior por barras transversales rojas. Si se representan tanto el aumento de la información faunística a lo largo del tiempo (con datos tomados de FAUNOCIB en GeoBrink) como la variación de la calidad de la información a lo largo del mismo periodo (de acuerdo con una extrapolación ajustada y suavizada, según información obtenida y analizada en TFGs), obtenemos dos funciones claramente contrastantes: 

 


 

En líneas generales, la cantidad de registros aumenta lentamente desde aproximadamente mediados del siglo XIX hasta 1983, cuando se publica el mencionado libro “Noctuidos españoles”, con un ligero aumento inmediatamente anterior, debido a la actividad desarrollada desde SHILAP y la Societat Catalana de Lepidopterología. Un segundo aumento se produce con la llegada de los foros sociales de Internet. Por el contrario, y con sus altibajos (suavizados en la figura), la calidad de la información -como porcentaje de aciertos frente a errores de identificación- permaneció más o menos constante hasta poco antes de la publicación del mencionado tratado, y después fue descendiendo progresivamente, si bien parece que la avalancha de errores de identifiación tiende a frenarse. Las causas del aumento de registros se deben fundamentalmente a 1. el incremento progresivo de obras de referencia, 2. a la aparición y desarrollo de Internet, y 3. como consecuencia de lo anterior, al incremento de interesados en los noctuoideos. Las causas del descenso de la calidad de la información taxonómica pueden deberse a 1. la facilidad en el acceso a Internet de cualquier ciudadano y al hecho de que cualquiera puede dar su opinión, fundamentada o no, sobre cualquier imagen, y 2. a la falta de interés por parte de la mayor parte de los usuarios por el estudio detallado y continuo. La inmensa mayor parte de las figuras de noctuoideos subidas a Internet lo son con el ruego de que sean identificadas, lo que en no pocas ocasiones adopta el pintoresco procedimiento, ajeno a toda dinámica científica, de identificación “por votos”. Es de destacar la aparición brusca de multitud de “expertos”, cuyo grado de formación es muy variable. Pocas personas se toman el trabajo de formarse seriamente.

Así pues, queda identificado el problema próximo como la aparición/publicación de una avalancha de información faunística no convenientemente contrastada tanto en Internet como en las revistas del ramo, y los problemas últimos en la falta de experiencia de la mayor parte de los supuestos expertos que identifican en Internet y en el papel de los editores, de los comités editoriales y de los revisores, en el caso de los textos impresos. Todo esto conduce a que cuando se usa la información taxonómica y faunística imprecisa en proyectos de mayor amplitud (como, por ejemplo, GeoBrink), especialmente cuando se trabaja con grupos hiperdiversos, relativamente mal conocidos pero que han captado la atención de los aficionados y del público en general -por su vistosidad, ubicuidad o cualquier otra razón-, se haya de invertir una cantidad exagerada de tiempo validando la información. Y “minuto invertido en validar por parte del científico, minuto perdido en analizar, concluir y proponer soluciones.”

Hasta aquí, el diagnóstico de las causas del problema. Pero es necesario también proponer algunas salidas satisfactorias y operativas, al menos de manera provisional. En este sentido, parece indispensable reclamar la búsqueda de mecanismos para que la validación taxonómica y faunística se produzca antes de la publicación en papel, función en la que editores, comités editoriales y revisores especializados tienen mucho que decir. Sin embargo, en relación con la subida de información gráfica o escrita a las redes y plataformas sociales, la cuestión es mucho más complicada, porque como es natural la inmensa mayor parte de éstas funcionan al margen de la rutina científica, por mucho que haya quien les otorgue -torpemente y de manera oportunista, en mi opinión- el nombre de iniciativas de “ciencia ciudadana”. Puesto que en Internet cualquiera se permite identificar imágenes, quizá convenga dedicar un par de líneas a delimitar el significado del proceso de identifiación y, de paso, el de validación.

¿Quién puede estar en condiciones, en rigor, de identificar de forma fiable? Si asumimos que el nombre al que se adscribe una foto subida a Internet debe corresponderse con el tipo de la especie nominal, entonces está claro que ese papel debería corresponder principalmente a quienes dominen esta cuestión. Subsidiariamente, podría corresponder también a quienes tuvieran una formación sólida a través del estudio. Ya se ha comentado que el proceso de identificación, en un contexto evolutivo, no puede asimilarse solamente con la asignación de un nombre en función de criterios de semejanza; a lo sumo, un proceso de este tipo cabría ser denominado “paraidentificación”, lo que puede ser suficiente para satisfacer cierto tipo de objetivos primarios, pero que desde luego no garantiza la correspondencia del nombre con la especie nominal en grupos complejos. Naturalmente, a esto hay que añadir que al menos en el caso de los lepidópteros, cuyo diseño y color suelen corresponderse relativamente bien con especies nominales concretas -si dejamos al margen el fenómeno de la cripticidad-, los adultos se deterioran con facilidad, y muchas veces la asignación de un nombre es poco fiable. La luz con que se tomen las fotos y en general la calidad de éstas son con frecuencia también una causa de dudas en relación con la asignación de nombres.  

Respecto a la validación de la información que circula libremente por Internet, el asunto está abierto. Entre otras razones, porque la idea misma de validación no está suficientemente clara. Podríamos definirla como la acción de constatación de que la asignación de un nombre a un individuo fotografiado se corresponde con la especie nominal, tal como queda definida por el tipo o por la información subsecuente publicada en la bibliografía de referencia. Y de nuevo, ¿quién está en condiciones de validar? Quienes dominen con soltura la alfataxonomía del grupo bajo estudio, siendo la alfataxonomía una ciencia, sujeta al procedimiento hipotéticodeductivo, y no una paraciencia, que a lo más que conduce es a asociar imágenes con nombres. Por lo tanto, puede arguirse con fundamento que la validación tiene que estar en manos de personal especializado, con formación biológica sólida y conocimiento amplio y detallado del grupo bajo estudio.

Todas estas cuestiones han sido discutidas durante los últimos días con un grupo de entomólogos de renombre, en concreto Joaquín Baixeras, Mario García París, Enrique GarcíaBarros, José Antonio Hódar Correa, Joaquín Hortal, Jorge Lobo, Miguel López Munguira, Marcos Méndez, Vicente Ortuño, David Sánchez Fernández y Alberto Tinaut. El intercambio de opiniones sobre si es preferible la calidad a la cantidad se ha centrado particularmente sobre si parece más recomendable actuar primero y luego pensar, es decir, subir cuanta más información posible a las redes para que no se pierda nada, y refinar (validar) después, o más bien es más aconsejable pensar primero y actuar después, es decir, validar antes de subir la información, con objeto de maximizar las probabilidades de acierto.

Hay discrepancias entre nosotros. La mayor parte es partidaria de la segunda opción; pero algunos se muestran decididamente a favor de la primera. Creo que esto está claramente correlacionado con el grupo de insectos con que trabaja cada uno. Los partidarios de la primera opción trabajan con grupos cuyas especies se identifican fácilmente, hablando en general, como sucede con las mariposas diurnas. Que entre 10.000 citas europeas anuales de Anthocharis cardamines haya 200 hembras confundidas con Euchloe sp no supone un problema mayor; de hecho, no hay muestra, por depurada que esté, que no contenga un cierto porcentaje de error. También lo son quienes trabajan con grupos a los que virtualmente nadie presta atención, salvo los verdaderos especialistas, como sucede, por ejemplo, con los escarabéidos afodinos. El resto parece partidario de la segunda opción, es decir, de la validación a priori.

En lo que hay acuerdo unánime es en que el asunto es interesante e importante, y es imprescindible una discusión a fondo y una toma de decisiones, antes de que sea demasiado tarde.

Agradecimiento: agradezco a la junta directiva de SEACAM, y en especial a Nuria Cardo Maeso, haberme permitido exponer estas ideas, para ir abriendo debate. Agradezco profundamente la labor que mi mentor inicial, José A. Calle, desarrolló en favor de la caracterización y el estudio de la distribución de los noctuidos ibéricos. Agradezco inmensamente su ayuda al enorme número de colaboradores, tanto entomólogos como aficionados a la entomología, sin cuyo esfuerzo mis proyectos, que son también suyos, serían irrealizables (FAUNOCIB, Atlas, Fauna Ibérica: Noctuoidea). Agradezco la aportación de ideas y la discusión de éstas (en concordia, pese a las frecuentes discrepancias) con mis colegas Joaquín Baixeras, Mario García París, Enrique García-Barros, José Antonio Hódar Correa, Joaquín Hortal, Jorge Lobo, Miguel López Munguira, Marcos Méndez, Vicente Ortuño, David Sánchez Fernández y Alberto Tinaut. No quiero acabar sin recordar muy especialmente a Marian Ramos, impulsora incansable del proyecto Fauna Ibérica; su apoyo, a través de numerosos intercambios de puntos de vista, ha sido clave como sustrato para que ésta y otras ideas pudieran irse concretando.

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Después presenta Cecilia Díaz (“Filogeografía de una libélula endémica del este de España”), un compendio de argumentos faunísticos y de datos moleculares para caracterizar genéticamente las poblaciones de Onychogomphus cazuma, con su ecología y conservación de telón de fondo): 


 

 A continuación, Sara Rodrigo (“Insectos ligados al cultivo del pistacho”) presenta otra brillante charla, una panorámica de la biología de los insectos asociados a este cultivo, que no representan en realidad plagas, como se pretende hacer ver en ocasiones, y en la que la autora destaca el estado agónico de la entomología aplicada en España. Otra disciplina entomológica más en estado crítico. Me pregunto por qué no hemos entrado antes en contacto Sara y yo… 

 

 

 

Más tarde, Pilar Jurado Angulo (“¿Quién es quién? Problemas en la interpretación taxonómica de la variabilidad en los cercos de Dermaptera”) destaca, en otra preciosa charla, la importancia de la morfometría combinada con la taxonomía molecular para resolver la identidad de algunas especies de tijeretas:

 

 Por último, antes de comer, Nuria Cardo hace un resumen de los objetivos y métodos de trabajo del proyecto BMS (“BMS, una experiencia compartida”).  

 

 

 

Por la tarde, tras explicar brevemente en qué consisten las trampas de luz equipadas con LEDs y estaciones de carga, hacemos uno de los recorridos BMS de la finca de Albaladejito, guiados por Miguel Ángel Escolano. La orilla del Júcar está en bastante buen estado, y parece un lugar interesante para poner una trampa de luz. 

 

Vemos una pareja de ánades azulones con sus pollitos, así como un buen número de especies de insectos: 

 

En un momento dado, creo haber reconocido una Pieris manni en una red, pero consultada una guía de campo, resulta una forma más de Pieris rapae

 

A la vuelta, veo que hay un buen número de espantalobos en flor, algunos ya con frutos recién formado, que puede que alberguen larvitas pequeñas de Iolana debilitata:

 

Al anochecer, Eduardo Jarillo y yo ponemos la bombilla de vapor de mercurio (con sábana y grupo electrógeno, que funciona bien) en un descampado del CIAF (30TWK63; 40,072541, 2,203451; 900 m). Además, ponemos 4 trampas de LED con estación de carga más o menos en las cuatro esquinas del descampado. La noche está cubierta y ventosa, y mientras ponemos la bombilla llueve ligeramente; luego cesa. Lo que no cesa es el viento, que permanece moderado y racheado; apenas vienen polillas a la luz. Vemos un par de crámbidos y de geométridos, 1 Cleonymia baetica, 1 Heliothis peltigera y 5 Hoplodrina ambigua

 

 21-5-2023. Muy nuboso, especialmente por la tarde, y bastante ventoso. A primera hora de la noche llueve algo, aunque poco. Por la mañana retiramos las trampas pequeñas. No hay demasiados noctuidos. Recojo: 1 Smerinthus ocellatus, 1 Deilephila porcellus, 2 Tethea ocullaris, 2 Regmatophila alpina, 1 Minucia lunaris, 2 Eilema caniola, 1 Arctia tigrina, 1 Tyta luctuosa, 1 Recoropha canteneri, 1 Cleonymia baetica, 1 Cleonymia yvanii, 2 Platyperigea proxima, 1 Paradrina noctivaga, 3 Paradrina flavirena, 16 Paradrina clavipalpis (y se van otras 2), 29 Hoplodrina ambigua (y se van otras 10), 1 Apamea anceps, 5 Apamea arabs, 2 Hadena perplexa, 3 Mythimna sicula, 1 Xestia c-nigrum, 2 Agrotis exclamationis y 2 Agrotis segetum:

  


Las Jornadas continúan con una salida al campo, en concreto a Las Torcas; pero Jarillo y yo nos volvemos. Hay demasiada tarea que hacer. ¡Gracias a todos los asistentes por este día, que se ha hecho larguísimo y fructífero, y nos vemos pronto!


 

 

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